Mario Riorda

Mario Riorda: “La política debe entender que todo lo que exagera el tiempo se lo cobra, por izquierda y por derecha”

“La comunicación política se hace siempre, pero siempre, en el nombre del Pueblo”, explica Mario Riorda en torno al título de su último proyecto, una serie documental de 6 capítulos que recorre las grandes transformaciones sociales y culturales de América Latina en el siglo 21, y que se presentará en la Cumbre Mundial de Comunicación Política, el próximo 7 de febrero.

Para conocer la génesis y los lineamientos principales de este proyecto, que implicó un trabajo de más de dos años recorriendo América Latina en búsqueda de las claves para entender la comunicación política de este siglo en la región, CP dialogó con Mario Riorda.

¿Cómo surge la idea de realizar esta serie?

Hace bastante tiempo venía con ganas de subirle un poco el volumen a la comunicación política, de mostrar la complejidad y la diversidad de esta área desde una perspectiva no necesariamente académica, pero sin perder seriedad ni profundidad. Con esa idea me acerqué a la gente de la productora argentina Jaque Content, que estaba en un proceso de internacionalizar contenidos, les encantó, y comenzamos a trabajar, pese a que era un momento bastante difícil para conseguir financiamiento, porque era un proyecto complejo, largo, y de contenido político, algo que siempre genera temor.

Arrancar nos costó bastante porque desde el inicio nos planteamos como premisa no esconder los enfoques ideológicos, pero sí equilibrarlos, finalmente con un espaldarazo importante de Señal Colombia, de las productoras  Fm Producoes y Amen Comunicación, que se sumaron, y una inyección de dinero personal pudimos llegar a buen puerto.

Fueron más de 400 horas de rodaje en Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador, Colombia y México. Era muchísimo material y por eso la producción nos llevó casi dos años, en cada país teníamos entre 8 y 9 personas trabajando y en algunos casos visitamos más de una ciudad, como en México donde estuvimos en el DF y en Puebla, en Argentina, que fuimos a Buenos Aires y a Córdoba, o en Brasil, que recorrimos Río y San Pablo, entre muchos otros casos. El único país que nos faltó fue Venezuela, sobre el que trabajamos, pero no pudimos visitar por la complejidad del contexto.

Finalmente, bajo la dirección de Lucas Combina, estructuramos la serie en 6 capítulos temáticos de una hora de duración, que van pasando de país a país. En el nombre del Pueblo es un viaje por América Latina a través de la comunicación política.

¿Además del equilibrio ideológico que planteabas al inicio que otros lineamientos iniciales guiaron el trabajo?

Desde el inicio la serie tuvo una definición muy clara: enfocar la comunicación política desde dos miradas diferenciales, la de los expertos, para lo que realizamos entrevistas con más de 60 expertos del más alto nivel en cada uno de los países, y la del pueblo, para lo que realizamos más de 250 entrevistas a personas anónimas, sin un guion establecido, que fue algo fascinante. Los políticos y la política son nuestro objeto, pero no los sujetos protagonistas.

Obviamente, hubo algunas excepciones como los casos del Presidente de la Cámara de Senadores de Bolivia, José Alberto Gonzáles Samaniego, porque es un ex periodista, y nos interesaba tener su voz; Pepe Mujica, porque representa un fenómeno comunicacional interesantísimo, y Giorgio Jackson, uno de los líderes del movimiento estudiantil chileno, hoy devenido en político profesional, que además en el momento de la producción era el que más redes tenía en Chile. El resto son expertos académicos y expertos consultores.

¿Bajo esos parámetros como fue el ordenamiento temático de los capítulos?

Definimos seis ejes: el primero, Los Mitos de Gobierno, trabajamos sobre las prácticas narrativas que sustentan a quienes están en el poder, explorando las narrativas gubernamentales de Latinoamérica. El segundo es Las redes y la calle, donde trabajamos la vinculación entre estos dos conceptos tomados como una misma expresión;  el tercero es Las ideologías existen,  el  cuarto  es La personificación de la política, donde exploramos como hoy la política está sustentada en liderazgos específicos, el quinto, La relación de la política y los medios,  y finalmente el sexto trabaja sobre la comunicación directa, aquella que intenta saltar a los medios y se muestra como estrategias de aproximación de la política con la ciudadanía.

¿Y cuáles fueron las principales claves que encontraron?

La serie es un viaje lleno de colores, de sabores, de alegrías y de muchas tristezas, donde encontramos que las tres palabras que mejor describen el sentimiento actual de la sociedad hacia la política, y que aparecen incluso de manera literal en las entrevistas son: rabia, bronca y odio. Conceptos muy duros, porque el pueblo con cada cambio quiere tener esperanza, y la tiene de a ratos, de hecho muchos de los actores políticos la han generado al inicio del mandato,  pero al final han generado un nivel de frustración equiparable a esa esperanza inicial, y esto va más allá de la izquierda y la derecha.

Recuerdo cuando comenzamos a rodar las entrevistas, que una de las primeras que realizamos fue en la favela El Molino, una favela cerrada, donde no entra la policía. Allí le pregunto a la entrevistada, una dirigente sectorial, si siente orgullo de ser brasilera, y ella simplemente me responde: “nosotros no somos brasileros, somos pobres, somos otra cosa”. Esa fue una realidad que luego vi replicarse en lugares como las villas argentinas, los asentamientos de emergencia en Perú, o en zonas como Tepito en México.

Obviamente también hay lugares donde los políticos son amados, son celebridades públicas, pero con epicentro en Brasil, lo que más surge en la serie es el descreimiento general de la sociedad hacia la política.

La política debe entender que todo lo que exagera en términos de expectativas el tiempo se lo cobra, por izquierda y por derecha. Tal vez por eso hoy trata de aparecer como una actividad cotidiana, “normal”, pero también eso es una puesta en escena, casi como un libreto. Entonces, si la comunicación política no comprende la complejidad del momento, y apuesta a la acción de marketing prolongada, terminará también por generar desazón generalizada.

También, y aún en discursos que lo negaban explícitamente, pudimos ver la vigencia absoluta de las ideologías rigiendo el posicionamiento de la gente. Recuerdo una mujer muy joven en Leblón, una de las zonas más cotizadas de Río que nos decía: “Yo no creo en la política, pero ojalá no vuelvan más los gobiernos populistas”. Entonces, por izquierda o derecha, y aun frente a la negación, la ideología aparece como un hecho fundamental. Cambian su agenda, se enriquecen, se complejizan, en algunos casos se da cierta transversalidad, pero sigue muy presente.

Luego, y entre muchas claves más, es insoslayable la tensión total que existe entre política y medios, que no solo no ha desparecido, sino que es un dato muy presente: los medios son protagonistas centrales en la comunicación política y en la política en general.

¿Antes hablabas de colores, olores, paisajes, sigue siendo la diversidad el elemento constitutivo de América Latina?

La existencia de América Latina tiene que ver con su diversidad, diversidad negada, silenciada, pero insistente. América Latina es pura diversidad,  algo que implica que el pueblo existe pero no es catalogable. La diversidad nos rige, en una cultura donde se mezcla esperanza en frustración en iguales proporciones, por lo que  la región, desde el punto de vista de la mirada de la política es un juego permanente de ensayo

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