Debatir para Presidir
Dispositivos centrales de la comunicación política, los debates electorales han concentrado, tal vez como nunca, la atención de la opinión pública y la agenda de los medios durante el último tramo de la campaña electoral 2023.
Por fuera de la coyuntura, pero generando herramientas para iluminarla, Daniela Barbieri y Augusto Reina han publicado “Debatir para Presidir ( EUDEBA) una obra con prólogo de Antoni Gutierrez Rubí, que aborda la evolución histórica de los debates, sus efectos sobre los votantes, el impacto de los mensajes políticos y las estrategias discursivas utilizadas.
Para conocer algunos detalles más de esta obra y de su objeto, Comunicación Pública dialogó con Augusto Reina, consultor político especializado en campañas electorales, comunicación de Gobierno y opinión pública, director de Doserre y de Pulsar UBA, el observatorio de la Universidad de Buenos Aires especializado en el estudio de la opinión pública.
¿Cuál es la importancia de los debates presidenciales en el marco de una campaña electoral?
Los debates presidenciales son el evento político aislable de mayor impacto en las audiencias durante todo el ciclo electoral, porque todas las audiencias de los diferentes candidatos tienen la oportunidad de visualizar en un mismo lugar, a una misma hora, con las mismas preguntas y las mismas reglas, a todos los candidatos deliberando sobre los temas de debate público.
Hay bastantes evidencias, no solamente locales, incluso internacionales, de que los debates presidenciales tienen un enorme nivel de audiencia que está muy por encima de cualquier otro tipo de evento político durante la campaña electoral.
En el caso de Argentina, el debate presidencial del 2015 tuvo casi 55 puntos de rating. Es uno de los cinco ratings más altos de la democracia, comparando con cualquier otro programa, no importa el corte y el estilo del programa. Es una de las audiencias más grandes que tuvo cualquier programa a secas en Argentina en los últimos cuarenta años.
El segundo debate presidencial, que es el del 2019, tuvo 30 puntos de rating. Para tener dimensión, 30 puntos es la cantidad de audiencia que tiene un partido Boca – River por la Libertadores, por una copa internacional. Si agrupamos todos los programas de periodismo político de la actualidad ninguno de ellos llega a tener 30 puntos de rating en un mismo día.
Esto abreva también en una economía del tiempo: En una campaña tan desconectada, si quisiera enterarme un poco de cuál es el devenir del futuro de los candidatos, tengo la posibilidad de encontrar un episodio sintético, que en una hora y media me transmite las principales impresiones y propuestas que tienen las campañas electorales de este año.
¿Ese impacto también se multiplica en las redes?
Exacto, lo que nosotros encontramos en el estudio de 2019 es que no solamente tienen alta audiencia en la televisión, sino que es la principal conversación pública en redes durante el ciclo electoral.
Cuando analizas toda la conversación en redes sociales, de punta a punta, desde junio de 2019 hasta octubre de 2019, hay dos picos de alta conversación en la red en torno a los principales candidatos y esa conversación es justamente con los principales debates presidenciales. Como un evento que es nativo en televisión, el debate termina multiplicándose en otros medios, se expande por las redes sociales a otras audiencias.
¿Rompe en ese sentido la lógica fragmentada de las campañas?
Claro, porque si hay algún rasgo que es particular de las campañas electorales modernas es la fragmentación de las audiencias. El votante de Juntos por el Cambio cuando enciende la televisión busca o se queda mirando a dirigentes o candidatos de Juntos por el Cambio, y lo mismo hace el votante Unión por la Patria o de la Libertad Avanza.
El debate, reitero, centraliza en un mismo lugar, a la misma hora, a la misma fecha, a los principales candidatos a presidente para dirimir diferencias sobre las principales posiciones políticas y las propuestas para el futuro, y agrupa audiencias.
Logra que en un mismo lugar se junten todas las audiencias. Esto le da una centralidad, y le da por primera vez a la campaña electoral la posibilidad de que las audiencias dialoguen entre sí, de que las audiencias escuchen a otros candidatos, cosa que normalmente por la dinámica de las audiencias fragmentadas no sucede.
Es un nodo central de la campaña porque termina siendo uno de los pocos eventos en donde hay esta suerte de vasos comunicantes entre candidatos y audiencias que son tan atípicos en las campañas electorales modernas.
¿Esa centralidad tiene algún correlato en la intención de voto?
Hay una ganancia cognitiva que es muy importante para las fuerzas más pequeñas, que en general tienen pocas posibilidades de hablarle a una audiencia que mide 30 o 40 puntos de rating.
Luego en el estudio que presentamos en el libro, en función de un estudio sobre el debate de 2019, encontramos que hay cambios. marginales. Un gran incremento en el nivel de conocimiento, y en términos de intención de voto, la vez pasada el incremento fue marginal, del 1%, 1,5%, por eso frente a una elección donde la diferencia entre el primero y el tercero parece que es tan reducida, no lo subestimaría.
En función de esta centralidad y de su impacto, ¿qué pasa con los formatos?
Hay una tensión constante entre la estructuración y la información. Cuanto más estructurado es un debate es percibido como que brinda menos información y menos autenticidad por parte de la ciudadanía. Cuanto menos se estructura un debate se percibe que es más auténtico, que brinda algún tipo de información, pero también es más caótico como espectáculo televisivo.
Los debates actuales o modernos son debates televisados, no son debates universitarios, con lo cual se rigen por la lógica de la televisión. En función de eso hay que buscar un punto ecuánime entre la estructura, que brinda cierto orden y claridad para que las personas que exponen puedan prestar sus propuestas, y cierta desestructuración para que los ciudadanos perciban que el debate no es simplemente una estructura guionada, sino un intercambio libre de opiniones. Hay que buscar cómo encontrar un punto medio a esa tensión.
¿Qué modelos te parece interesante exportar en busca de ese justo medio?
Hay diferentes formatos de debates presidenciales que podemos explorar, no solamente en Argentina, sino en el caso de Estados Unidos, México y Brasil se han hecho diferentes formatos de debates presidenciales, que son caminos posibles para el futuro de Argentina, como es el clásico modelo francés de debate estilo duelo, de dos personas enfrentadas entre sí, o el estilo de atril, que es el clásico que usamos nosotros, o el estilo que llaman town hall, que incorpora las visiones y las opiniones de los votantes, haciéndoles preguntas directamente a los candidatos.
Los formatos del debate también son posibles de implementar o no en función de la cantidad de candidatos que debaten. El modelo francés, que es el debate formato duelo, solamente es viable, o aparentemente solamente es viable, en una estructura donde hay dos candidaturas, con lo cual podría llegar a ser viable en un escenario de balotaje o en un sistema político con dos partidos.
Cuando hay múltiples candidatos el formato predominante es el de atriles, el típico formato que usamos nosotros, porque es la única forma de ordenar la discusión y establecer tiempos medianamente ecuánimes para todos los candidatos. Es como la norma en escenarios donde hay cuatro, cinco o seis candidatos.
El formato town hall, es un punto intermedio entre una desestructuración total del modelo francés, y la estructuración más concreta del estilo atril.
Es un formato que esencialmente consiste en dos candidatos más informales en butacas conversando directamente con los votantes, o una muestra de esos votantes. En México se exploró con cuatro candidatos y funcionó bastante bien, no tuvo muchos enredos. Desde mi punto de vista, es un formato bastante agradable y ameno para las audiencias y en los lugares donde se ha hecho el formato town hall ha sido el que mayor recepción positiva ha tenido a las audiencias.