Alfredo Dávalos López

Alfredo Dávalos López: “Los gobiernos deben asumir el reto de profesionalizarse”

Alfredo Dávalos López es el actual presidente de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (ALACOP), y el director en Ecuador del Instituto de Comunicación Política (ICP). También se desempeña como Gerente General de Strategos Red Latinoamérica, y como Director del Programa de Consultoría Política y Gestión de Gobierno de la Universidad San Francisco de Quito, y la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Cuenta con más de 21 años de experiencia en campañas políticas y de gobierno.

Comunicación Pública dialogó con él para conocer las últimas novedades de la organización de consultores que preside, y su visión sobre los cambios y los desafíos de la consultoría y la comunicación política contemporánea.

Promediando 2017 ¿cuáles han sido los principales hitos en el trabajo de ALACOP durante el último período?

Afortunadamente este año ALACOP cumplió 21 promoviendo la investigación,  el análisis, y apoyando los procesos democráticos y electorales en América Latina. En ese marco, entre los principales hitos de este último tiempo me parece central destacar que ya contamos con una biblioteca  virtual, que para nosotros es un logro muy importante, también con una revista de carácter bimestral, cuyo tercer número saldrá en noviembre, y que hemos instituido el premio ALACOP para premiar el trabajo, el profesionalismo y la ética de nuestros socios y colegas.

Por otra parte, la gran meta de ALACOP ha sido desde siempre la profesionalización de la consultoría, y estamos entusiasmados y nos sentimos parte de este gran cambio que se está generando durante los últimos tiempos, justamente, en esa dirección.

¿Cómo es ese proceso?

Indudablemente, y cada vez más, las campañas se están volviendo técnicas y  profesionales. Antes el consultor era mucho más empírico, y provenía de distintas áreas, en mi caso la publicidad, pero también hay colegas que vienen de la sociología, de las ciencias políticas, o la comunicación. No había una oferta académica específica, y, afortunadamente, esa es una de las cosas que está cambiando.

Hoy existe un importante oferta académica en todos los países, México la tiene, también Argentina, y en Ecuador hemos lanzado el primer Programa de Formación de consultores políticos, solo por nombrar algunos casos.

Entonces creo que vivimos un momento de grandes cambios, y no solo en las campañas, sino también en los gobiernos, que hoy deben asumir el reto de profesionalizarse, de dejar de lado a los amigos, o a los familiares de los políticos, y apostar por la profesionalización, que, reitero, siempre ha sido la gran meta de ALACOP.

En este sentido, creo que uno de los retos más importantes que tenemos por delante es poder acompañar estos importantes avances en la formación y la profesionalización de los consultores, con la formación y la capacitación de los actores políticos, que es algo un poco más complicado, pero fundamental,  porque finalmente son ellos los que deben tomar las decisiones.

Hablabas recién de cambios en la comunicación de gobierno, ¿cuáles son las principales tendencias en esa área?

Creo que en el ámbito de la comunicación de gobierno se ha comenzado a entender que el consultor no solo debe actuar durante la campaña, sino que debe seguir, que hay que generar un acompañamiento permanente, algo que muchos llaman la campaña permanente.

En muchos gobiernos locales estamos comenzando a notar un abordaje mucho más profesional y permanente de la comunicación, con avances concretos como la incorporación del concepto de marca ciudad, que implica mucho más que crear un logotipo, porque supone un concepto de ciudad integral, en el marco de un proyecto donde se incorporan y se empoderan a diferentes actores: los ciudadanos, las cámaras de turismo, etc. Esto ya se está viendo.

Obviamente, también como parte de la formación de estos equipos de comunicación profesionales  es que se está empezando a avanzar también en la aplicación sistemática de las nuevas tecnologías, un universo muy rico y en permanente expansión.

Sobre ese tema, por ejemplo, el colega argentino Mario Riorda  ha realizado  recientemente un estudio en las principales alcaldías de América Latina, donde entre otras interesantísimas consideraciones plantea que de manera creciente el ciudadano se está comunicando con su gobierno local a través de las redes, y está exigiendo respuesta inmediata a sus reclamos y problemas. Si tiene un bache, una fuga de agua, algún problema con un servicio básico, reclama por las redes, y, centralmente,  pide respuesta inmediata.

Otro dato interesante, es que aunque los alcaldes tienen un promedio de edad que está entre los 40 y los 50 años, sus equipos de comunicación están conformados y liderados por jóvenes, y esto, sin duda,  implica cambios muy relevantes.

¿Cómo se compatibiliza esa integración de  jóvenes en los equipos de comunicación  gubernamental con la aparente apatía en relación a la política que en general se sostiene caracteriza a los Millennials?

Debemos entender que si bien los Millennials se encuentran apartados de la política de manera tradicional, paradójicamente, participan de manera muy activa en una serie de iniciativas que tienen que ver con lo social, lo ecológico, etc. Hacen militancia política, o militancia digital con temas que no perciben como relacionados con las instituciones políticas tradicionales, pero hacen política. Además, en algún momento, por un simple hecho de desplazamiento generacional, tendremos el primer Alcalde Millennial, y también el primer Presidente, entonces, más tarde o más temprano su inserción en el mundo político será un hecho.

Por otra parte, durante los últimos años, no solo los jóvenes, sino el ciudadano en general  rechaza todo lo que suene o parezca político. Especialmente en América Latina los gobernantes se han equivocado bastante, y les han dado la espalda a los ciudadanos, por eso toda comunicación que parezca tradicionalmente política ya no permea.

¿Y entonces, cuáles son las claves de la nueva comunicación?

Hace 17 años durante la campaña hacías un spot con la inauguración de una obra y veías su impacto directo en las encuestas. Hoy eso es imposible, porque el ciudadano ve al funcionario como un empleado, no sobrevalora esos hechos sino que  piensa: “finalmente es lo que tiene que hacer, para eso yo lo elegí”.

Esto para la consultoría, tanto en campaña como en gobierno, impone hacer una comunicación mucho más emocional, más cotidiana, que nazca de la ciudadanía. Si no, no impacta.

En Ecuador hemos tenido hace unos meses la campaña para las elecciones presidenciales. Eran ocho candidatos, y fue interesante ver como ninguno se lograba diferenciar. Todos hablaban de cambio, pero ninguno lograba conectar.

Eso, finalmente, se vio reflejado en los resultados de la primera vuelta: el candidato favorito, que cuando era vicepresidente lograba llegar muy bien, al elegir esta comunicación tan plana, no logró generar una diferencia que evitara la segunda vuelta.

Entonces, creo que hoy los políticos deben entender que vivimos en un mundo hiperconectado, y que este ciudadano más informado, más crítico, y más activo por todo el tema de las redes, requiere otro tipo de comunicación, tanto en campaña como en gestión de gobierno.

¿Qué tipos de liderazgos implica esta nueva modalidad?

Tal vez de manera paradójica, en este tema, y a pesar de toda la explosión de las nuevas tecnologías, y de los medios, el territorio sigue siendo fundamental: la gente elige líderes cercanos, parecidos a ellos.

De hecho, durante los últimos tiempos la mayor parte de los candidatos que se han transformado en fenómenos políticos son personas muy cercanas, comunes y corrientes. Los líderes son cada vez más parecidos al ciudadano común. Los grandes oradores carismáticos de antaño, que apostaban a las grandes concentraciones, han ido perdiendo, cada vez más, su llegada al ciudadano.

¿Han cambiado en este contexto las herramientas tradicionales de la consultoría también?

Hoy estamos en un momento de grandes cambios en los procesos de investigación, de generación de estrategia, y de construcción de mensajes.

Las redes, por ejemplo, requieren entender que la lógica de la comunicación allí es diferente a los de los medios masivos, porque todavía uno ve a muchos políticos que insisten con subir el boletín de prensa a Facebook o a twitter, mientras los jóvenes están interesados en compartir memes o videos.

Videos o imágenes, además, creadas muchas veces por la misma ciudadanía, que  también se ha convertido en productora de contenidos, e interactúa con la campaña formal, haciéndola más dinámica, más divertida.

Otro universo de cambio es el de las herramientas de investigación, un área donde nosotros, desde hace casi una década, hemos dado un giro, incorporando, entre otras cosas, herramientas cualitativas. Esto no implica suprimir las encuestas, pero sí entender que hoy la encuesta como herramienta única ya no sirve.

A nosotros nos ha pasado con Correa, por ejemplo, que en las encuestas era muy bien valorado, pero que en los grupos focales la gente lo destrozaba. Por una lado lo calificaba bien, pero por otro, decía me parece intolerante, autoritario, etc. Obviamente, las conclusiones hacían demasiado ruido.

Entonces, comenzamos a trabajar con mapas mentales, a través de entrevistas en profundidad, que nos permiten descubrir otras cosas. Son mapas  basados en conceptos de neuropolítica, que relacionan los factores de motivación de los ciudadanos o votantes con características actuales o deseadas de las opciones políticas existentes ya en la mente de la gente, y nos permiten llegar a un nivel de profundidad mucho más amplio que las metodologías cualitativas tradicionales.

También, ya en relación al tema tecnológico, estamos trabajando con programas y algoritmos, que permiten monitorear qué se está hablando en las redes, qué está diciendo el candidato, qué el gobierno, qué los adversarios.

En definitiva, creo que la clave, en campaña y en gobierno, es escuchar a los ciudadanos, y generar una conversación con ellos. Dar cuenta de los temas que están en la agenda ciudadana, y comenzar a incorporarlos, terminar con las agendas políticas divorciadas de las preocupaciones ciudadanas.

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